La espesa noche huérfana de púrpuras diamantinas
Atesora los recuerdos de los niños que dibujan
Las olvidadas sonrisas claras
Que desperdigadas sobre lechos
Empapados de sudores agridulces
Erguidos, anuncian el renacer de los hijos
Del hombre verdadero.
Los ojos de la noche
Marcados por sus miradas oscuras
Desatan los enconados sinsabores
Que arraigaron en las interminables praderas
Cercadas de cadenas rotas.
Y en las orillas de los sucios pedregales
Se encrespan las caricias de un mar cansado
Que reclama las memorias
De las promesas agostadas
Por los arrullos murmurados
Entre los húmedos vahídos tubulares
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